Entreactos, Juan Minuj&iacute;n reflexiona sobre su oficio: los mundos que abren los personajes de ficci&oacute;n, el v&eacute;rtigo del teatro y la actuaci&oacute;n como juego.

Anteayer Juan Minuj&iacute;n estaba en Nueva York y pasado ma&ntilde;ana vuela a Madrid invitado a una entrega de premios. Hoy embarc&oacute; en Buenos Aires con rumbo a Montevideo, y contesta el tel&eacute;fono desde el ferry Papa Francisco. En Uruguay lo esperan preparativos de rodaje para una nueva temporada de su inefable Coppola, el Representante, mientras el thriller patag&oacute;nico Atrapados -y su ajedrec&iacute;stica composici&oacute;n de Marcos Brown-, se cruza en el Top 10 de Netflix con la pel&iacute;cula de 2019 Los dos Papas -y su recreaci&oacute;n de Bergoglio en t&aacute;ndem con Jonathan Pryce-, porque el impacto de la muerte de Francisco tambi&eacute;n sacudi&oacute; las plataformas de streaming. &ldquo;A m&iacute; me conmovi&oacute; mucho la noticia. Yo no soy una persona religiosa, pero me parec&iacute;a una voz muy importante en cuanto al di&aacute;logo interreligioso, a la agenda del cambio clim&aacute;tico, a la agenda de la paz. Me parece que en un momento en el que los l&iacute;deres mundiales son tan irresponsables, la voz de Francisco llegaba con much&iacute;sima humanidad y empat&iacute;a, siempre del lado de los m&aacute;s desprotegidos, de los bombardeados, de los desplazados. Creo que lo vamos a echar mucho de menos&rdquo;, dice Minuj&iacute;n, que no lo conoci&oacute; personalmente y que, para encarnar al joven Bergoglio en la pel&iacute;cula de Fernando Meirelles, recurri&oacute; al acompa&ntilde;amiento de un cura jesuita que hab&iacute;a sido su alumno. Un proceso igual de minucioso pero muy distinto al de su segunda biopic, como protagonista absoluto: la serie sobre el apoderado de Maradona, que el actor prepar&oacute; en contacto directo con Guillermo Coppola. &ldquo;Para m&iacute;, lo lindo de todos los personajes es que te van abriendo mundos, si te met&eacute;s a fondo te dan perspectivas nuevas. Uno tiene un mont&oacute;n de prejuicios y cuando se empieza a acercar realmente a cada personaje, descubre un mundo particular y distinto del que presupone. El trabajo del actor es correrse del lugar com&uacute;n, evitar los caminos que ya se recorrieron un mill&oacute;n de veces y que solo sirven para perpetuar un clich&eacute;, un prejuicio o un humor establecido. Se trata de ver c&oacute;mo podemos tener una mirada nueva sobre las cosas. No hace falta inventar nada: a veces, simplemente es cuesti&oacute;n de acercarse y mirar. Pescar la singularidad de cada personaje y ver c&oacute;mo se va filtrando el punto de vista de uno ah&iacute; adentro&rdquo;. Vale para una comedia de f&oacute;rmula, para el cine independiente de Diego Lerman, un videoclip con est&eacute;tica ochentosa de Lali Esp&oacute;sito, su debut como director de Vaquero (2011) o tres temporadas televisivas de El marginal como &ldquo;Pastor&rdquo;, rol que nutri&oacute; de la experiencia de charlar con polic&iacute;as y con internos de Devoto. &ldquo;Siempre trato de que los personajes que hago sean personas como las que conozco, como las que me podr&iacute;a cruzar por la calle. S&eacute; qui&eacute;nes son. A veces son medio frankesteins, hechos con pedazos de uno y de otro... La observaci&oacute;n. Los trabajos m&iacute;os que m&aacute;s me gustan son aquellos en los que desaparece un poco la intenci&oacute;n del actor y aparece una humanidad con todo lo que tiene la realidad de sorprendente, que siempre es m&aacute;s asombrosa que las ideas que pueden tener los actores&rdquo;.

&ldquo;Lo lindo de todos los personajes es que te van abriendo mundos, te dan perspectivas nuevas&rdquo;.

El &uacute;ltimo Festival de Cine de Toronto alberg&oacute; la premi&egrave;re de la pel&iacute;cula Without blood, adaptaci&oacute;n de una novela de Alessandro Baricco dirigida por Angelina Jolie, rodada en Italia y hablada en ingl&eacute;s. &ldquo;Es una de esas cosas que pasan muy cada tanto, si uno tiene mucha suerte en la profesi&oacute;n: poder compartir un trabajo con una persona tan alucinante como ella. Es una directora muy sensible, inteligente, piola en t&eacute;rminos de la comunicaci&oacute;n que tiene con los actores. Tiene un background como actriz muy importante y una mirada sumamente interesante de lo art&iacute;stico. Adem&aacute;s es una s&uacute;per activista de los derechos humanos. Fue una experiencia hermosa filmar con ella. Y un desaf&iacute;o lindo, tambi&eacute;n, porque fue en ingl&eacute;s. La herramienta que tenemos los actores para comunicar es, en gran medida, el lenguaje: son las palabras y los resortes afectivos que las palabras mueven en uno, y en otro idioma hay que trabajar el doble para que tengan verdad. Hay que lograr apropiarse&rdquo;.
Alguna vez ejerci&oacute; con buenos r&eacute;ditos el oficio de estatua viviente entre los artistas callejeros de Covent Garden, en la &eacute;poca en la que estudiaba actuaci&oacute;n en Londres. Pero la aventura teatral hab&iacute;a comenzado mucho tiempo antes en Buenos Aires, cuando asisti&oacute; a una funci&oacute;n de Postales Argentinas del Sportivo Teatral de Bart&iacute;s y descubri&oacute; a Pompeyo Audivert. &ldquo;Como espectador, me gusta mucho m&aacute;s ver teatro que ver cine o series, lo disfruto, me vuelve loco. Sobre todo el teatro independiente: aunque haya obras enteras de las cuales rescato dos minutos, esos dos minutos me quedan rebotando, a veces, toda la vida&hellip; A la vez, el teatro es bestial. Como actor lo padezco, a&uacute;n hoy, porque implica un nivel de exposici&oacute;n tremendo. Digo que es como un salto a la jaula de los leones porque es salir a matar o morir. Siempre que exista la posibilidad de no subir al escenario, voy a preferir no hacerlo. Una vez que subo, me encanta y la paso espectacular, pero todo el rato previo... Si estoy haciendo una obra y me dicen: &lsquo;Che, tal vez hoy haya que suspender la funci&oacute;n&rsquo;, yo voy a decir: &lsquo;&iexcl;S&iacute;! &iexcl;Suspendamos!&rsquo;. Siempre. Para ser honestos, el trabajo audiovisual es mucho m&aacute;s tranquilo&rdquo;.
M&aacute;s o menos peligroso, para Minuj&iacute;n actuar sigue siendo un juego, como cuando descubri&oacute; y eligi&oacute; el oficio, en la adolescencia, en un aut&eacute;ntico ateneo en el que la actriz Cristina Banegas combinaba clases de teatro con curso de mitolog&iacute;a griega, club de lectura o pel&iacute;culas de Cassavetes, que definieron para Juan un campo est&eacute;tico y un destino. &ldquo;Es un oficio muy l&uacute;dico. Qu&eacute; s&eacute; yo&hellip; en este momento, despu&eacute;s de d&eacute;cadas de trabajar en esto, estoy en el buquebus con Wino [N. de la R.: Ariel Winograd, el director de Coppola] y lloramos de risa leyendo los guiones, pero lloramos con fuerza, leyendo algunas escenas&hellip; y eso es parte de mi trabajo. Yo nunca dejo de reconocerlo, de ser consciente y de agradecer mucho tener un trabajo que me divierte tanto. &iexcl;Un trabajo que sea un juego, una gran pavada!&rdquo;

En Lacoste. Fotograf&iacute;as: Sof&iacute;a Hita.&nbsp;

Pescar lo singular

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