El mundo nunca se detiene para Elian Chali
La producción artística y el impacto cultural de Elian Chali es tan vasto que puede resultar engañoso. Pintó murales enormes en ciudades de todo el planeta (Milán, Ostende, Montevideo, Kiev y Abu Dhabi, sólo por nombrar algunas), publicó un libro de fotografías (Hábitat, 2016), realizó muestras individuales, participó en varias otras colectivas y hasta fue curador, en 2018, de Mercado de Arte, la feria de artes visuales más importante de Córdoba, su ciudad natal.
Toda esa trayectoria puede parecer engañosa porque alguien que no lo conoce en persona (y sólo se guiara por su obra) podría pensar que se trata de un artista maduro, que ya alcanzó su cima creativa, y al que le cabe un adjetivo tan halagador como intimidante: consagrado. Pero Elian apenas pasó los 30 años y pocas cosas le interesan menos que la consagración, porque tiene en claro que esa clase de elogios restan más de lo que suman.
De adolescente punk y grafittero a artista contemporáneo, su recorrido profesional y vital es una fiel muestra de esa actitud. De hecho, cuando se le pregunta qué le diría hoy al artista cachorro que era a los 18 años, responde: “Elian: el futuro es una trampa”.
Y aunque la pandemia le impide viajar, también lo encontró con excepcional combustible: produjo obra en su taller y también encauzó varias ideas a través de otra afición que lo acompaña en los últimos años: la escritura. Lector compulsivo y autodidacta, curioso por naturaleza, suele reflexionar sobre cuestiones como las luchas de clase, las minorías relegadas y el goce en las sociedades contemporáneas a través de una prosa personal.
“Creo que es peligroso romantizar el encierro, pero dentro de mi situación fue provechoso”, dice Chali. “Pude activar proyectos pendientes, como el foro Torceduras&Bifurcaciones, y abordar ensayos e ideas con otra temporalidad y sin presiones”.
